Mediando la Cuaresma, los chicos y jóvenes
se juntaban en cuadrilla e iban por las casas pidiendo, aceptando
todo lo que quisieran ofrecerles para celebrar una merienda
en los pinares de la localidad. Se iba preferentemente a casas
de familiares y amistades; esos eran los que mejor se portaban,
porque siempre caía algún chorizo, algún
queso pequeño de los que reservaban para esas ocasiones,
y las patatas, que nunca faltaban; porque la protagonista
de la fiesta era la tortilla. Las gentes con labranza tenían
preparado esos días un covanillo lleno de patatas a
la puerta; y el cesto con huevos era frecuente también.
Según llegaban los chavales, se cogía de los
cestos algunas patatas y algún huevo.
Los más viejos del lugar recuerdan haber oído
de sus padres los tiempos en que los propios maestros se implicaban,
saliendo con los escolares por las calles, y comprando dátiles
que luego tiraban a los niños en el Villar por la ladera
abajo; o en los pinares de la Guarnicionera ( entre el Cascajo
y la Acequia).
Nadie sabe en Laguna el origen de esta tradición que
ha permanecido hasta nuestros días. Se trata, sin embargo,
de una costumbre localizada por muchos puntos de la geografía
nacional con formas peculiares en cada lugar, pero con elementos
comunes en todos ellos. El origen de la tradición proviene
de la costumbre popular de representar a la Cuaresma bajo
la figura de una vieja de siete piernas( una por cada semana
cuaresmal) que las gentes iban cortando o serrando cada semana
que pasaba. Las siete semanas, con los preceptivos ayunos
y abstinencias y con el rigor impuesto por la Iglesia para
todo tipo de celebración festiva durante ese tiempo,
se debían de hacer demasiado largas para las gentes
campesinas que ya de por sí llevaban una vida suficientemente
dura; así que, a mitad del camino, "mataban la
vieja" y se tomaban una tregua celebrando una fiesta
con la cuestación realizada por las casas.
Nada ha quedado de aquella representación de la vieja
que se solía confeccionar el Miércoles de Ceniza,
acabado el Carnaval, en cartón o madera, y que se quemaba
o serraba tres semanas más tarde. Aunque el sentido
lúdico ha prendido con fuerza en los últimos
tiempos y el parque de Los Valles se llena de laguneros bulliciosos
con ganas de pasar un buen día de campo.
Laguna de memoria. J. Palomar.